"La niña había estado mirándolo desde que pasó a su lado y ahora lo estaba escrutando. Matthew no la miraba y no se habría dado cuenta de cómo era ella si lo hubiera hecho, pero un observador normal habría visto esto: una niña de unos once años, con un vestido amarillo grisáceo de lana, muy corto, muy ajustado y muy feo. Llevaba un desteñido sombrero de marinero de color castaño bajo el que, extendiéndose sobre su espalda, salían dos trenzas de un grueso y vivo cabello rojo. Su cara era pequeña, blanca y delgada, y con muchas pecas; su boca era grande y también sus ojos, que parecían verdes o grises según la luz y el estado de ánimo.
Eso para un observador ordinadorio; uno extraordinario podría haber visto que la barbilla era muy pronunciada; que los grandes ojos estaban llenos de espíritu y vivacidad; que la boca era de labios dulces y expresivos; que la frente era amplia y plena; en suma, nuestro observador perspicaz podría haber concluido que ningún alma vulgar habitaría un cuerpo de esta niña-mujer perdida, de quien el tímido Matthew Cuthbert estava tan ridículamente temeroso"
Eso para un observador ordinadorio; uno extraordinario podría haber visto que la barbilla era muy pronunciada; que los grandes ojos estaban llenos de espíritu y vivacidad; que la boca era de labios dulces y expresivos; que la frente era amplia y plena; en suma, nuestro observador perspicaz podría haber concluido que ningún alma vulgar habitaría un cuerpo de esta niña-mujer perdida, de quien el tímido Matthew Cuthbert estava tan ridículamente temeroso"
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